miércoles, 9 de mayo de 2012

Qué lugar se ocupa cuando no se ocupa lugar.





Sentí una descarga al leer la frase. Entró por los ojos y sacudió mi cuerpo entero. Su dolor se me clavó como un puñal. Sus afectos perdidos, su padre muerto, él desolado. 

¿Qué me hirió, su pena o la mía? Las pérdidas alimentan el recuerdo de la muerte sentida. 

Triste, cruel desgarro que sangra a los vivos. La muerte. Su dignidad se perfila en los que se quedan. La tribu se une más... o se separa. Difícil convivir si el dolor es amalgama.

Todos ocupan un sitio. Postura firme, lágrimas suaves. Los hijos observan a sus padres. Testigos directos repiten pesar cuando la ley de la vida se impone. Porque se impone. Los hijos deben ver morir a los padres. 
"Es una hermosa acción que enaltece vuestros sentimientos, Hamlet, el rendir a vuestro padre ese fúnebre tributo; mas no debéis ignorar que vuestro padre perdió a su padre; que este perdió también al suyo, y que el superviviente queda comprometido por cierto término a la obligación filial de consagrarle el correspondiente dolor; (…)

Pues si sabemos que esto ha de suceder necesariamente (…)

es la muerte de los padres, y que desde el primer difunto hasta el que muere hoy no ha cesado de exclamar: ¡Así ha de ser!"


William Shakespeare 

Hamlet. Príncipe de Dinamarca
Acto I. Escena II 



Qué decir cuando apenas se asoma por un rincón en una vida. Respetar la intimidad del dolor, el pudor del llanto. Un paso atrás ante un duelo íntimo aunque avanza el deseo de compartir más allá de lo razonable, sin saber qué medida tiene la razón. Porque aprendí los episodios del dolor de la muerte, porque podría advertir o consolar, porque quiero estar, aun desde un pequeño espacio lateral y no definido de esa vida. 

Acompañado y triste, entretenido y triste, primero. Difícil balance emocional y ajuste en soledad, después. Con la muerte, con los vivos. 

Para tu soledad, mi compañía. Es necesario decirlo y saberlo. Que escucho, que no sé nada, que olvido todo. Reservado tengo un lugar para tu pena. Sin esperar nada a cambio, mi sonrisa, mi mano, mi abrazo, mi silencio. 
Cuando tú quieras. Aguardo. 


A un sólido hombre (des)conocido. 
De vez en cuando, renacer.





3 comentarios:

  1. Que el dolor solo valga para aprender a seguir viviendo.

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  2. El de la muerte tiene su propia cadencia. Durante un tiempo hay que aprender a convivir con él. Hasta que deja de doler. Antes o después, deja. Gracias y bienvenido.

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  3. Es ante el dolor cuando realmente descubrimos quién está, estuvo y estará siempre a nuestro lado. Esa es al menos mi experiencia. Así descubrí realmente a mis amigos...y a los que no lo eran aunque pareciese que sí. Te llevas sorpresas, cierto pero algunas son tan agradables como inesperadas y borran de un plumazo el mal sabor que te dejan aquellos que te defraudan

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