lunes, 25 de junio de 2012

No sé si avanzo.




Mi espíritu es, en estos tiempos, una montaña rusa de emociones con subidas y caídas en picado como la nueva atracción de Port Aventura. La sonrisa me acompaña y las ganas de disfrutar siguen instaladas pero la verdad es que no sé si avanzo. Si tanta vertical
me está impidiendo una simple trayectoria hacia adelante.


Me vengo repitiendo a mí misma que lo estoy llevando bien, que hago lo que debo. Cuando la gente toma la iniciativa para darme consejos fantásticos sobre lo que se tiene que hacer en estos casos, suelo frenar diciendo que tengo un plan y que cada fase tiene su cadencia. Confieso que, a pesar de la buena voluntad y cariño que sustentan muchas de las recetas mágicas que se me ofrecen gratis, puede resultar agotador e incluso molesto. Acepto los “tienes que” de determinadas personas. Hay algunas deliciosas que eligen con acierto el momento y la forma. Soy capaz de preguntar abiertamente cuando la opinión de alguien me interesa. El resto sobra. La situación se convierte en un auténtico ejercicio de autocontrol, cortesía y respeto a la intención cuando algún profeta se otorga conocimiento sobre mi futuro permitiéndose, además, darme lecciones. 


Cené la otra noche con uno de mis hombres queridos. Es una larga amistad. Nos vemos poco pero estamos. Me entendéis. Él sigue viviendo en la ciudad que dejé para venir aquí. Es uno de los que tienen permiso para el “tienes que”. Lo usa poco. Me habla directo y sincero atravesando mis capas con una mirada intensamente tierna. Comentaba que, leyendo mi blog, él deduce que estoy menos preocupada por mi situación profesional que por mi soledad emocional. Buen planteamiento que me da luz para releer en mi alma con hondura.


Pienso que no es así. En mi caso, escribir o, mejor, no escribir sobre mis angustias me permite abrir paréntesis de descanso, evadirme. La soledad no me genera ansiedad. La reconozco. Sin ser, ni mucho menos, la situación ideal, aprendí a gozar los momentos felices sin tener a mi lado un compañero emocional. Es otro tema sobre el que ya he reflexionado en este blog. Sigo haciéndolo desde el sosiego y, muy importante, desde la aceptación de que no todos los elementos están bajo mi control. Mis ideas son claras y estoy tranquilamente dispuesta a cambiarlas. Así, sobre las relaciones entre hombres y mujeres, el amor, la amistad, etc. se escriben aquí palabras en una mezcla de ficción y realidad, tratadas incluso desde el humor. Paseo segura en este terreno movedizo. 


Van, aquí y ahora, algunas reflexiones contrastadas con la almohada sobre mi situación de desempleo, de transición, de actividad inactiva, de profesión…


La emoción y la razón cada una por su lado. Me siento cansada y, a la vez, culpable por sentirme cansada. Objetivamente soy una privilegiada y me digo que no tengo motivos para sentirme así. Excesos de cultura judeocristiana que ya había aflorado en otros momentos difíciles de mi vida. 


La situación económica no ha alcanzado nivel crítico y confío plenamente en que el camino estará elegido y abierto antes de tener que suprimir el negativo. Época de cautelas y de ajustes de cinturón. Nada grave teniendo en cuenta que nunca he sido mujer de lujos, que hace mucho que prefiero esperar temporada de rebajas para cualquier necesidad, necesaria o innecesaria, que no me gusta pagar más cuando se puede pagar menos y que, en repetidas ocasiones, he decidido dar media vuelta en un alarde de principio fundamental si un precio me ha parecido absurdo. Así que no se trata de eso. Por lo menos, de momento. Es cierto que en el fondo de toda esta cuestión subyace una realidad última: procurarse fuente de ingresos para vivir. Las existencias dan para un tiempo limitado. Si la realidad subyacente no fuera económica… Quizá debería pensar más en esto.


Es el proceso. Búsqueda de empleo, autoempleo, actividad profesional. Es en sí mismo el desarrollo de un proyecto que no queda más remedio que acometer: objetivos, cronograma de actividades, presupuesto. Puntos críticos y vías alternativas. Intento cumplir los plazos. Se trata de encontrar la tarea que merece la pena el esfuerzo, esa que, procurándote el pan, te hace feliz o que contiene los ingredientes para conseguir una mezcla satisfactoria, muy satisfactoria. Sin renunciar al “muy”.

La sucesión de negativas merma el espíritu y acerca al límite una capacidad de resistencia más escasa de lo que pensaba. Hay días que quisiera parar el mundo y esconderme un rato, conseguir que no avanzara el tiempo que siento en contra y no a favor (el vértigo del tiempo que diría un (des)conocido), escapar del enorme no que da sombra a mi vida, huir para no reconocerme que estoy muerta de miedo. Un miedo absurdo, miedo a tener miedo, miedo a tenerle miedo al miedo. La mujer práctica, concreta, sintética, la que va directa al grano, la que aborda un tema sin tapujos, la que agarra los cuernos del toro, la que separa lo accesorio de lo importante. La que yo era no está. ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cómo se sale?


Los plazos se cumplen con resultado cero. Me cuestiono si todo mi plan está diseñado en una zona de confort de la que no me atrevo a salir. Me planteo si soy yo misma mi principal obstáculo. Vuelvo a empezar. No sé qué quiero. Realmente, no soy capaz de definir qué quiero. Eso es lo que más me asusta. No tener ni un solo sueño.


Gracias, amigo mío, por provocarme una mirada de frente al miedo. Lícito miedo. Respiro hondo. Tomo fuerzas. Las que puedo. 


De vez en cuando, renacer.


Decidme. También hay nuevo espacio para nuevos “tienes que”.




4 comentarios:

  1. Tienes que tener esperanza, tienes que ser positiva, tienes que mirar hacia adelante. La vida esta llena de sorpresas. Tienes que ser fuerte, no hundirte y seguir en la busqueda.
    Abre tu campo, no te dejes llevar por... lo de.. que bonita que es mi ciudad. Abrete a todas las posibilidades, a todas partes.

    ResponderEliminar
  2. Qué bien, qué energía me trasladas. Las dos últimas líneas son, además, especiales porque solo un hombre me había asegurado con claridad diáfana que ahora es obligatorio convertirse en ciudadana del mundo. Gracias.

    ResponderEliminar
  3. Qué valiente es presentar sobre la mesa las cartas malas. Pero, sin duda, es un movimiento a tu favor porque estoy segura de que es agarrarte a lo que flota: un madero, una roca, quizá el principio de una balsa o de un trasatlántico; de una isla o de un continente.
    Te toca repartir en la siguiente mano.

    Lolaylo

    ResponderEliminar
  4. No sé si eso es ser valiente. Sé que es útil. Muchas gracias, Lolaylo. Repartiré.

    ResponderEliminar

Encantada de leer lo que opinas.