domingo, 3 de junio de 2012

Tengo una amiga gorda.


Tengo una amiga rotunda, redonda y gorda. 

Me dice: 
Lo único que me importa es el peso saludable. Los otros aspectos son relativos y forman distinto capítulo. De joven tenía tantos amantes como quería. Y más. Con sobrepeso y sin él. Estoy recopilando fotos para el álbum familiar y, cuando haya agrupado las de mi juventud, te las enseñaré. 

Ahora persigo
mis objetivos y me mueve una ilusión. Te cuento.

Antes de dedicarme de lleno a los proyectos con los chicos de la calle, hacía teatro, allá, en mi país. Desde los trece años y hasta entonces, participé de ese mundo de la farándula y la danza jazz. Luego, la vida pegó duro. 

Para cuando cumpla 60, quiero un peso estable, suficiente elasticidad y unas rodillas aptas para volver a bailar por las mesas. ¡Qué placentero! Es un objetivo realista y la gente que conoce mis luchas cree conmigo que puedo conseguirlo. No serán las mismas mesas sobre las que bailaba en mis 30, haciendo performances con una banda de blues, pero no pasa nada. Me siento cada vez más a gusto con los años que voy cumpliendo. No estoy de acuerdo con que todo tiempo pasado fue mejor. Mis aspiraciones se dirigen a recuperar espacios muy míos que dejé aparcados por avatares de la vida.
"Bailarina" de Fernando Botero
Le digo: 
Pero qué requetepreciosa eres. Lo sé desde el primer día que nos vimos y nos sonreímos, mi gorda bonita. Te doy besos redondos como tú. Cuando estés en tu peso saludable, mis besos para ti seguirán siendo rotundos.
Me dice:
¡Por fin! Tenía que pasar en algún momento y sucedió. Llevó 21 años viviendo en Barcelona sin que una nativa peninsular se hubiera atrevido a llamarme gorda. ¡Qué felicidad!

 Eternamente joven, a pesar de la vida. 
¡Pierde kilos, mi gorda, pero solo por fuera!

Mi redonda amiga tiene cuatro años por delante para cumplir su sueño.  Quiero estar a su lado para subirme a una mesa con ella. Y bailar, y bailar, y bailar... 


Mujeres así, dejan estela.





1 comentario:

  1. Es precioso que podamos estar a gusto con nosotras, con nuestro cuerpo. Dejemos de hacernos daño. Como dice Fátima Mernissi en "El harén en occidente", nuestro velo es la talla 38. Estupenda reivindicación.

    Lolaylo

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