martes, 31 de julio de 2012

En las líneas de mi mano.


Olía bien. A flores y plantas recién regadas. Al fondo, una puerta abierta señalaba el camino hasta una sala acogedora y sencilla. Se adivinaba jardín tras los visillos blancos. Fresca penumbra de últimas horas de la tarde. A un lado, una mesa, un sillón de dos plazas y ella. Hermosa mujer. Todos los años sabios en su bello rostro de lino arrugado. Pecho mullido para reposar, sonrisa para confiar, intensa mirada para escuchar. 

Me indicó asiento acariciando el sillón...
Tomó mi mano:
“No sé cuándo, así será. Ocurrirá. Su boca fresca, tu mente clara. Habrá un lugar. Un nuevo instante está por llegar. Se escribe eterno. No tengas prisa. El futuro se grabó a piedra y fuego. Tú lo sabes. Lo sientes. La distancia no es distancia, se mide en tiempo. ¿Cuánto es mucho? ¿Cuánto es poco? Si lo que sigue es siempre, cualquier todo es menos.”

No te quiero para mí. Solo te quiero.





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