Conversaciones
profundas sobre todo, tranquilas sobre nada.
Preciosos
silencios.
Miradas
dulces esperando escuchar lo que yo quiera explicar.
Es
mi padre.
Me
despojé de mi niñez, hace mucho ya. Pero él no quería. Mi madurez es su vejez.
Los años le explicaron el destiempo. Actuó por amor. Se equivocó. Quizá, sí.
Pero yo nunca quise guerras.
“Si preguntas, padre, tu riesgo es mi respuesta…
No, no pretendas dibujarme la felicidad. La mía... es mía. No tiene molde.
No, no asumiré tus obligaciones…
Propongo un pacto, padre: tú no haces
preguntas y, a cambio, no te las hago a ti, tampoco.”
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Me adora. Ciego. Sin juicio. “Qué suerte”, susurra al referirse a quien pueda estar a mi lado, “qué suerte”.
Sus
pasos son más lentos ya, serenos. Balancearme a su ritmo me equilibra.
Él
me educó en la esencia. De
esencia es el lazo que nos une.
Es
mi padre.
Para mi, el mejor de todos los escritos... el que más me ha llegado: por lo emotivo y por lo difícil que es hablar sobre relaciones tan cercanas. Con los pros y los contras, desde la tranquilidad. Pero sobretodo, lo que más me encandila es la sencillez desde lo que se explica, algo tan complejo y tan emotivo. Por la madurez, que no se consigue sólo con los años. Sencillamente ... espectacular...
ResponderEliminarCómo me alegro de que hayas disfrutado. Las emociones y los sentimientos siempre son sencillos. Hay que dejarlos salir. Más si son bonitos. Gracias por tus lindas palabras.
ResponderEliminarEs importante que expresemos los sentimientos. ¿Lo ha leído tu padre? Un beso enorme,
ResponderEliminarLolaylo